Diseño y poder
¿sabe usted dónde esta y para quién está trabajando su dinero?
Estas son algunas inquietudes respecto a la relación que puede tener el diseño con el poder; éstas fueron despertadas luego de ver la película Let’s make Money, en la que evidencian cómo se mueven esos hilos invisibles que operan el mundo desde las grandes corporaciones. Me llevó a preguntarme si realmente habrá algo que hacer, o si hemos llegado a un punto sin retorno. Una buena pregunta que plantea la película, para que todos nos la hagamos: ¿sabe usted dónde esta y para quién está trabajando su dinero?
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Breve historia del poder.
Valdría la pena comenzar por hacer una referencia a una breve historia del poder. Como una imagen vale más que mil palabras, me valdré de una de las diapositivas que utiliza Alex Bugosky para la presentación de su nuevo proyecto: COMMON. En una sola imagen, logran sintetizar la historia del poder por el tamaño de sus edificios en relación con el entorno. Primero, el poder lo ostentaban los reyes y emperadores y cada cual tenía su respectivo castillo; luego, y por un largo tiempo, el poder pasó a manos de la iglesia con sus grandes catedrales, a la cual los reyes comenzaron a ‘servir’; por el siglo XVIII, con la revolución francesa y todo lo que esta desencadenó, el poder se concentró en el estado con sus imponentes edificios gubernamentales, quien, finalmente, cedió ese poder a las instituciones financieras (bancos) que hoy sobresalen en las ciudades con sus gigantescos rascacielos. Hoy en día, el poder que han llegado a adquirir las instituciones financieras no tiene límite; pareciera que no hubiésemos avanzado nada desde el siglo XIX, donde Marx nos advirtió lo peligroso que sería que el dinero fuese una fuente de poder.
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¿Dónde estamos parados?
Debo comenzar por aclarar que este especie de ‘diagnóstico económico’ es planteado por un diseñador; aún con el interés y un vago conocimiento del tema, pueden quedar por fuera algunos asuntos de economía política y macroeconomía mundial. Comenzaré por aclarar que soy un optimista histórico y, aunque pragmático y crítico, creo que unas nuevas dimensiones del capitalismo son las que pueden generar cambios positivos. El economista Umair Haque ha propuesto, precisamente, que hay que replantear el capitalismo, aceptando las bondades que este ha traído y corrigiendo todos los problemas que el mismo ha acarreado (esto lo trabaja en su libro, The New Capitalist Manifesto). Más allá de profundizar en estos diagnósticos (para los que además no soy el indicado), quiero resaltar un par de situaciones que, sencillamente, me parece que ESTÁN MAL. Por un lado, no encuentro la lógica en que empresas como WalMart sean más ricas que un país como Noruega, eso denota un grave problema en cuanto a la distribución de la riqueza en el mundo, y ni hablar de comparar grandes corporaciones con países en vías de desarrollo (Walmart prácticamente duplica el PIB Nominal de Colombia). Otra situación que me parece bastante problemática es que haya tanta riqueza en manos de los que manejan el capital (más que, incluso, muchos que lo producen!); esto, además, ha abierto una gigantesca nueva industria de servicios financieros (ver, particularmente, ‘other financial services’) que han convertido al capitalismo, al decir de muchos expertos, en un capitalismo de casino. Alrededor de todo el mundo hay cada vez más personas encargadas de manejar capital ajeno y extranjero, como si estuviesen en un casino, apostando en lo más conveniente y pensando únicamente en la rentabilidad de sus inversiones (pues a ellos solo les interesa entregarle resultados a sus inversionistas, sin importar dónde está siendo invertido su dinero… bien podría uno estar invirtiendo en una guerra sin saberlo). Una de las consecuencias que ya conocemos de este irresponsable juego con el capital ha sido la burbuja inmobiliaria, que no es más que una especulación irresponsable de los precios y los inmuebles, y ha afectado particularmente a España. El problema de la especulación es que es como una pirámide: tiene un fin y al que le cae la papa caliente cuando todo se descubre, es el que sale más afectado. Eso es lo que pasará con todos los fondos de pensiones y todas las grandes inversiones en este tipo de banca, dejen de ser sostenibles, y ¿quiénes se verán afectados? Todos.
Un buen vídeo que explica de manera infográfica la crisis del crédito del 2008 puede dar algunas luces al respecto de la situación:
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¿Qué puede hacer UN hombre… UN diseñador?
Ahora, después de entender algunas de estas situaciones, me planteé la siguiente pregunta: ¿qué puedo yo hacer como persona? ¿como diseñador? Mi primera respuesta: NADA. Pensaba: ‘las estructuras de poder son tan fuertes que nada puede hacer una sola persona (menos un diseñador)’. Pensándolo un poco más a fondo, y apelando a mi optimismo histórico, descarté no hacer nada como una de las respuestas a mi inquietud. Habría que aclarar que todo tiene unos pasos y niveles, y cambiar el mundo no es la excepción; en ese sentido, el primer paso (y mínimo necesario) es bastante sencillo: tomar una posición. Suena tan obvio, que muchos lo dan por sentado, pero exige un nivel de conciencia (no basta el intelecto) que muy pocos tienen. Pero tomar una posición implica también defenderla y vivir acorde a ella, procurando generar un efecto de onda (ripple effect). Ese primer paso es el que todos deberíamos asumir COMO SERES HUMANOS, a lo que le seguirían acciones desde un perfil profesional particular, en mi caso, de DISEÑADOR; desde ese papel, se me ocurren 3 distintas maneras en las que el diseño puede intervenir en esos círculos de poder, enunciadas por nivel de incidencia a continuación.
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El diseño como denuncia.
El diseño es, esencialmente, un asunto de comunicación. La comunicación es uno de los asuntos más acuciantes de la actualidad. Hay una una necesidad por encontrar medios eficientes de comunicar mensajes urgentes. En este caso, el diseño ayuda a comunicar y denunciar injusticias que no solo salen impunes (desde lo legal), sino que además no reciben un rechazo social; el diseño ayuda a visibilizar estos hechos y, de esta manera, potenciar las reacciones frente a las injusticias. Acá un ejemplo de denuncia, un vídeo infográfico que evidencia los costos ocultos de la guerra:
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Permear las políticas por medio de proyectos.
En Europa, y en todos los países con una cultura de diseño fuertemente arraigada, hay intenciones políticas orientadas en diseño que permean todos los niveles de la sociedad de-arriba-a-abajo; en esos casos, vemos cómo hay intenciones y acciones políticas que favorecen acciones de diseño en distintos niveles. Un ejemplo de esto, es una inicitiva ya citada en un artículo pasado, llamada Design Den Haag, y promovida por el gobierno Holandés, que busca encontrar distintas maneras de relacionar el diseño con el gobierno. En países en vía de desarrollo, como Colombia, no hay iniciativas concretas desde el gobierno (aparte de un tímido ‘Plan de Diseño para la industria’ y la ‘Mesa Nacional de Diseño’); es por esta razón que, sin políticas que promuevan el diseño, se debe igual hacer diseño pero, más importante, los proyectos deben trascender, de tal manera que afecten positivamente las políticas. Ejemplificaré eso con una escena común en muchas fiestas formales: la pirámide de copas. Llenar todas las copas comenzando por la que está en la cima requiere tan solo de una decisión, mientras que llenarlas desde la base (desde los proyectos) es mucho más difícil y requiere de pensamiento creativo. Por eso debe intervenir el diseño.
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Empoderar a la gente.
Pero la labor más importante que puede hacer un diseñador en relación al poder no tiene nada que ver con denunciar ni intentar modificar decisiones políticas, sino con la relación directa con la gente: ahí es cuando el diseño entra a equilibrar las relaciones de poder, empoderando a los menos favorecidos. Algunos ejemplos de esto se vieron en la exposición que organizó el Cooper-Hewitt, National Design Museum, que marcó una nueva tendencia de en el diseño mundial: Diseño para el otro 90%; en esta iniciativa, planteaban cómo, tradicionalmente, el diseño se había dirigido solo hacia el 10% de la población, trabajando sobre caprichos de los ricos, antes que necesidades de los pobres. Por eso comenzaron a trabajar en proyectos que empoderaran a las comunidades menos favorecidas en distintos niveles: económico, productivo o educativo (como el caso de OLPC – One Laptop Per Child). Otras dos referencias importantes de empoderamiento a través del diseño son el reconocido proyecto Desis del profesor Ezio Manzini, en el que se preocupan por trabajar con las comunidades desde adentro y potenciar sus capacidades; y, por otro lado, hay un curso del Media Lab del MIT titulado, literalmente, Diseño para el Empoderamiento (Design for Empowerment), en el que trabajan en distintas maneras de enseñar a personas no-expertas a implementar tecnologías que les puedan ayudar a mejorar su calidad de vida.
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La inacción es peor que la equivocación.
En conclusión, la inacción es peor que la equivocación. Hay que comenzar por algún lado, y muchos de esos comienzos pueden ser en falso, pero no es razón para renunciar en el intento. Debo insistir en que el primer paso es tomar una posición que luego fundamente acciones concretas; y estas acciones, muchas veces, son motivadas por líderes que logran movilizar comunidades en función de un fin común. Un buen ejemplo de esto es lo logrado por los habitantes de Islandia que, quizás inspirados por Ghandi, se movilizaron para exigir ciertos cambios en el país; pueden ver la nota completa acá. Que esto sirva como un llamado de atención para los individuos y las comunidades y se pregunten ¿qué está haciendo cada uno para que el mundo cambie?